Editorial: Agricultura Familiar ¿Es Posible La Competitividad?
Gran parte de la población paraguaya todavía habita las áreas rurales del país, y la mayor parte de la pobreza del país se concentra en estas mismas áreas. La disminución de la participación rural en el total de la población ha sido muy relativa en un lapso de 30 años (1980-2010), y la causa fundamental de esta disminución ha sido la migración.
Ante la ausencia de un proceso de rápida industrialización y de bajo crecimiento económico, la migración rural-urbana ha resultado en un incremento importante del empleo informal y de los niveles de pobreza en el país. Por otro lado, la emigración en las últimas décadas, no ha tenido precisamente como grupo principal a los estratos rurales mas empobrecidos.
La economía rural del Paraguay, presenta, a su vez una estructura dual. Por un lado, un sector dinámico de la llamada agricultura empresarial basada en la producción de soja y otros granos, además de la producción pecuaria. Esta es una producción intensiva en uso de capital y extensiva en uso de tierra., muy competitiva y rentable. Por otro lado, la agricultura pequeña o familiar, intensiva en uso de mano de obra, con un promedio de 20 hectáreas y con una productividad y rentabilidad bajas.
La agricultura familiar en el Paraguay se ha caracterizado, históricamente por ser de subsistencia, con algunos cultivos de renta, principalmente el algodón. Este último rubro entró en crisis en la década del 90, coincidente con un momento de mayor dinamismo de la agricultura empresarial y su consecuente expansión en tierras. El empuje de la frontera agrícola por parte de la producción de commodities, en los últimos 20 años, ha provocado el aumento del precio de la tierra y un peligro de un desplazamiento más rápido de la agricultura familiar. Las constantes invasiones campesinas a tierras son una manifestación palpable de este problema.
Sin embargo, en los últimos 10 años han aparecido nuevos rubros de renta para la agricultura familiar y varios de ellos en cadenas productivas agroindustriales. Estos nuevos rubros se muestran con mayor productividad y rentabilidad que la tradicional producción campesina del algodón y ofrecen mayores posibilidades de hacer frente al empuje de la agricultura empresarial de granos y carne, de manera a crear mayores oportunidades de empleo en el sector rural.
Así, nuevos rubros de la agricultura familiar que han encontrado lugares en el mercado internacional son el sésamo, las frutas, el azúcar orgánico, la stevia (edulcorante natural), la mandioca para la elaboración de almidón, entre otros. A pesar de los esfuerzos del Estado por llevar adelante emprendimientos para la formación de cadenas productivas agro-industriales a partir de estudios de competitividad, el mercado ha sido el sector que más activamente se ha comportado para que la agricultura familiar encuentre nuevas oportunidades de renta.
De esta manera, la agricultura familiar en Paraguay empieza a tener las condiciones y los espacios para desarrollarse comercialmente y para ser parte de cadenas productivas de rubros competitivos y de exportación. Es decir, que este tipo de unidad productiva no solo es vista como fuente de la seguridad alimentaria en el país, sino también como parte de una agricultura comercial dinámica que apunta la creación de empleo y a la reducción de la pobreza rural.
El inicio y afianzamiento de una denominada “agricultura familiar globalizada” se convierte en una oportunidad que debe ser eficientemente aprovechada para romper el modelo económico del Paraguay basado en la exportación de commodities, la triangulación comercial o reexportación y la venta de energía hidroeléctrica a los vecinos. Este modelo ha probado no ser efectivo a la hora de crear oportunidades de empleo y de distribuir riqueza. Un crecimiento económico sobre la base de este modelo no puede ser sostenible y mucho menos brindar bienestar a la mayoría de la población.
Si bien la diversificación productiva y la exportación de un mayor número de rubros naturales favorecen la competitividad, existe la necesidad de “escalar” en las cadenas agrícolas para producir bienes de mayor valor agregado. Para ello, el Paraguay necesita imperiosamente incrementar la inversión en el sector agro-industrial. De hecho, en los últimos 20 años, la participación de la industria en el PBI nacional no ha sido superior al 14%, dejando claramente a entender que no ha sido un factor determinante en el crecimiento económico.
Tanto para crecer en forma más sostenida como para generar empleo, el Paraguay necesita de una inversión sustantiva en la industria, pero principalmente en la agroindustria. Ello es así porque las principales ventajas comparativas y competitivas del país se encuentran en este sector, porque se precisa de mayor generación de empleo en el campo y porque la mano de obra paraguaya es de baja calificación.
La demanda internacional de alimentos se encuentra en crecimiento continuo y lo estará por varias décadas futuras. Esta demanda no se concentra solo en granos y carne, sino también en otros rubros alimenticios donde varios países de la región son ya competitivos en cantidad y calidad de la oferta exportable. El Paraguay puede ser parte de esta tendencia y cuenta con las ventajas de sus recursos naturales y energéticos. Además, existe asimismo un creciente interés de la inversión extranjera en la producción e industrialización de alimentos para hacer frente a esta demanda.
El Estado paraguayo ha sido el gran ausente en esta nueva vía que se abre para la economía del país. Los esfuerzos de varios gobiernos, en este sentido, por facilitar la creación de cadenas productivas competitivas con la participación de la agricultura familiar han sido escasos y sin articulaciones a planes de desarrollo ministeriales o interministeriales.
Una participación más activa y seria del Estado en la formación de cadenas agroindustriales se hace necesaria por tres razones principales. En primer lugar, porque estas cadenas son parte de una estrategia de un crecimiento inclusivo, es decir de un crecimiento con reducción de la pobreza y creación de empleo. En segundo lugar, porque le cabe al Estado diseñar las directrices de este proceso de acuerdo a las prioridades de desarrollo, para de esta manera orientar la inversión privada hacia aquellos rubros y regiones con mayor potenciales competitivos. Finalmente, porque sin menospreciar el empuje del mercado en la agro-industrialización del país, existen fallas de mercado que deben ser atendidas por el Estado.
Las nuevas oportunidades que brinda la globalización para la producción agrícola de estas tierras permiten augurar horizontes esperanzadores para la población. Estas oportunidades deben ser acompañadas por un proyecto de desarrollo sustentable para que la mayor parte de los habitantes pueda tomar una porción importante de los beneficios. Ello involucra al Estado como garante de los emprendimientos, pero sobre todo como impulsor de las capacidades necesarias para la mejora de la calidad de la producción de los pequeños agricultores, para la mejora de los canales de distribución de sus productos y para generar empleo rural no agrícola surtiendo de servicios y bienes que el sector rural carece.
Paraguay se encuentra ante una nueva puerta hacia el desarrollo, brindada por el nuevo y favorable contexto mundial para los países productores de alimentos. Esta vez, el Estado no debe ser un actor pasivo de los cambios económicos. El Estado tiene la responsabilidad de llevar adelante un proyecto de desarrollo que permita la mejora de las condiciones de los pequeños agricultores, y, con ello, también del resto de la sociedad.