Entre la falacia del cristal roto y la eficiencia a largo plazo
El PIB paraguayo creció a un ritmo promedio de 4.5% en los últimos años, cifra auspiciosa que lleva a pensar que el país ha encaminado su economía hacia la senda del desarrollo; pero también surgen dudas sobre por qué el país sigue siendo pobre a pesar de crecer mucho. En este artículo se plantea como objetivo arrojar luces sobre esa pregunta.
Para dejar de ser pobres no solo basta con crecer relativamente bien unos cuantos años, sino también es necesario crecer a tasas altas durante una “gran cantidad de años”. Por ello, en el artículo se considera importante distinguir entre los objetivos y las políticas macroeconómicas de corto y largo plazo. Así, la macroeconomía de corto plazo tiene por objetivo mantener la estabilidad del PIB, el empleo y el nivel de precios y para lograrlo los gobiernos disponen de dos herramientas poderosas: la política fiscal y la monetaria. Por su parte, la macroeconómica de largo plazo busca maximizar el bienestar de los habitantes de una nación y para dicho efecto, articula políticas que promuevan la acumulación del capital físico y humano, que mejoren la eficiencia productiva y que promuevan el desarrollo de instituciones inclusivas.
En cuanto a los resultados macroeconómicos de corto plazo, la economía paraguaya experimenta desde el 2003 uno de los procesos de mayor expansión económica en los últimos 34 años. En el 2013 el PIB del país será 9% superior al valor de tendencia (o valor de largo plazo), lo cual constituye un verdadero record en más de tres décadas.
Los resultados macroeconómicos de largo plazo no son tan auspiciosos. Entre 1960 y 2011 el PIB per cápita del país creció a una tasa promedio de 1.9%, cifra insuficiente para impulsar el desarrollo económico. A diferencia de Corea y Botsuana que, en todo ese tiempo lograron duplicar su PIB per cápita cada 11 y 12 años, respectivamente, a Paraguay le llevó 37 años hacerlo.
Los datos revelan que Paraguay es una economía que aún no ha experimentado los beneficios de la revolución industrial. El capital por trabajador es muy bajo, como ejemplo se menciona el caso del obrero peruano que en promedio posee tres veces más de capital físico que su par paraguayo. Por su parte, la productividad muestra signos de debilitamiento cuando se la compara con los niveles registrados en la década de los setenta y principios de los ochentaSe concluye que en el corto plazo las tareas han sido bien hechas. El Paraguay tiene hoy estabilidad económica y una sólida macroeconomía. Sin embargo, los resultados del artículo revelan que resta mucho por hacer en el campo de las políticas de largo plazo.
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